Si te encuentras atrapado en un ciclo aparentemente interminable de procrastinación, culpabilidad y caos, es posible que te preguntes: «¿Por qué soy tan perezoso?» o «¿por qué no puedo llevar a cabo las tareas?». No obstante, a pesar de la creencia común, la pereza raramente es la causa de la procrastinación, según explicó Jenny Yip, psicóloga clínica y directora ejecutiva del Little Thinkers Center con sede en Los Ángeles. Yip, quien ayuda a niños con desafíos académicos, señala que «la pereza implica no tener ningún deseo absoluto de abordar algo, mientras que la procrastinación se traduce en sentir molestia al enfrentarse a una tarea y, por ende, dificultad para llevar a cabo el trabajo. Hay una gran diferencia».

Entender las razones detrás de tu procrastinación y aprender a combatirla son los únicos métodos para cambiar tu comportamiento, según afirman los expertos. La psicóloga Linda Sapadin ha intentado contribuir a este esfuerzo personal de superación con su libro «How to Beat Procrastination in the Digital Age» («Cómo vencer la procrastinación en la era digital»).
Sapadin detalla diversos estilos de procrastinación en su libro, como el perfeccionista, el soñador, el preocupado o el desafiante.
Aunque estos tipos de procrastinación no constituyen diagnósticos específicos respaldados por investigaciones, según Jenny Yip, profesora clínica adjunta de Psiquiatría en la Facultad de Medicina Keck de la Universidad del Sur de California, representan categorías psicológicas o razones por las cuales alguien podría procrastinar.
Los efectos de la procrastinación van más allá de las consecuencias prácticas, como retrasos en el trabajo o la no consecución de objetivos personales. También afecta emocional y mentalmente, vinculándose a la depresión, la ansiedad, el estrés, problemas de sueño, actividad física inadecuada, soledad y dificultades económicas, según un estudio realizado en enero en más de 3,500 estudiantes universitarios.
En particular, en Estados Unidos, donde la autoestima está a menudo ligada a logros y productividad, la incapacidad para cumplir con estas expectativas puede generar vergüenza y desaliento, según Vara Saripalli, psicóloga clínica de Chicago.
Entender por qué procrastinas puede brindarte autoconciencia, pero superar el hábito requiere estrategias específicas. Saripalli destaca la importancia de adaptar la estrategia según el propósito que sirva la procrastinación para cada individuo.

A continuación, se describen dos tipos de procrastinadores:
El perfeccionista y El preocupón.
Yip señala que los perfeccionistas buscan la perfección en sus tareas, pero su necesidad de hacerlo todo de manera impecable puede resultar abrumadora. Por otro lado, los preocupones son indecisos, dependen de los demás para obtener consejos y buscan seguridad en lo conocido.
Ambos tipos de procrastinadores tienden a posponer las tareas debido al miedo al fracaso o a las críticas. Itamar Shatz, investigador de la Universidad de Cambridge, aconseja desafiar esas creencias y comportamientos reconociendo que los estándares perfeccionistas no son realistas. Recomienda establecer estándares «lo suficientemente buenos» y permitirse cometer errores. Además, sugiere evitar el pensamiento extremo de todo o nada y establecer límites de tiempo realistas para completar tareas.
El procrastinador «soñador»
Tiene aversión a los detalles logísticos necesarios para llevar a cabo un proyecto, según explica Saripalli. Disfrutan generando ideas, pero la ejecución de esas visiones les resulta difícil o aburrida. A menudo, confían en que el destino intervendrá, haciendo que el trabajo duro proactivo y la eficiencia parezcan innecesarios.
Similar al perfeccionista, el soñador puede aspirar constantemente a algo mejor, señala Yip. Para contrarrestar esto, es crucial diferenciar entre sueños y objetivos concretos. Abordar los objetivos implica hacerse seis preguntas clave: qué, cuándo, dónde, quién, por qué y cómo. Sustituye las vaguedades como «pronto» o «un día» por plazos específicos. Anota tus planes en un calendario, detallando cada paso para una mayor claridad y seguimiento.
El procrastinador «desafiante»
Ve la vida a través de las expectativas o exigencias de los demás en lugar de sus propios deseos, lo que disminuye su motivación para completar tareas. Shatz sugiere buscar formas positivas de sentir control y actuar en lugar de reaccionar. Colaborar con un equipo o supervisor en lugar de adoptar una actitud adversarial puede ser beneficioso.
Si tienes una mentalidad desafiante, es importante expresar tus opiniones de manera constructiva en lugar de mostrar pasividad-agresividad. Yip destaca la importancia de comunicarte abierta y honestamente con quienes te han asignado tareas, incluso si consideras que son figuras de autoridad. Los desafiantes a menudo evitan estas conversaciones, creyendo que no les aportarán beneficios, pero esto no siempre es cierto.
Cambiar no es fácil
Abordar la procrastinación puede ser tan desafiante como enfrentarse a la ansiedad u otros problemas de salud mental, especialmente si tiene raíces profundas, según destaca Shatz.
Para algunas personas que procrastinan, la fragilidad de su autoestima puede hacer que la idea de realizar una tarea y fracasar los lleve a sentirse completamente inútiles, advierte Sean Grover, psicoterapeuta especializado en terapia de grupo en Nueva York. En estos casos, Shatz sugiere considerar la posibilidad de buscar la ayuda de un profesional, como un psicólogo, que pueda proporcionar orientación y apoyo.
La visualización puede ser una herramienta efectiva, según Yip. Imaginarse a uno mismo completando una tarea puede hacer que parezca más alcanzable, ya que la idea de que es posible hacerlo se vuelve más clara.
En última instancia, cómo enfrentas la vida depende de tu sistema de creencias, señala Yip. «Si crees que puedes, puedes. Si crees que no puedes, no puedes. Así que, sea cual sea tu creencia, tienes razón». Esto destaca la importancia de cambiar las creencias limitantes y cultivar una mentalidad positiva para superar la procrastinación y lograr tus metas.